Primero yo y luego yo

He bajado a pasar unos días a Madrid y por diversas circunstancias estoy pasando bastante tiempo de visita en el hospital, por lo que además de estar con la persona a la que voy a ver, aunque no quiera, también me cuentan y escucho las historias de otras personas que están ingresadas.

Entre las historias que me encuentro, hay varias personas mayores con varios hijos y aún mas nietos, que se pasan todos los días solas, incluso en el momento en que las realizan alguna operación delicada. Personas que por lo que me cuentan, han dado todo por sus hijos y que les siguen excusando diciéndome que no pueden venir porque están muy ocupados. Pero sólo voy a contar dos de los casos con los que me he encontrado estos días. Casos que hemos visto, vemos y veremos en multitud de ocasiones, y que se pueden ver desde distintos puntos de vista.

 El primer caso,  fue un hombre que entró la UCI con graves problemas en los pulmones. Venía de otros hospitales en los que los cirujanos no se habían querido arriesgar a operarle por la dificultad de la operación y las pocas posibilidades de que siguiese con vida después. Al final en este hospital, accedieron a operarle urgentemente, informando previamente a la familia de las pocas posibilidades de que saliese con vida. Afortunadamente, el hombre salio vivo de la operación, aunque le quedarán secuelas de por vida, las cuales tendrá que sufrir tanto él como sus familiares cercanos.

A lo que quería llegar, es al punto de vista de las personas cercanas al enfermo, las cuales me cuentan bastante cabreadas cómo el médico le prohibió tajantemente el tabaco cuando empezó a tener los primeros dolores, advirtiéndole de las consecuencias en caso contrario y cómo él le contesto que: “ ¡Es mi vida y hago lo que quiero con ella, además…de algo hay que morir!” y siguió fumando como si nada. Desde entonces, me sigue contando, han tenido que estar constantemente cuidándole y acompañándole a innumerables visitas a médicos y hospitales hasta llegar al día de ayer en que le operaron con éxito. Pero esto no acaba aquí, terminan contándome, según los doctores, que a partir de ahora va a necesitar cuidados constantes las 24 horas del día y revisiones periódicas, así que: “¡¡¡Tendremos que sacar tiempo y dinero de donde no tenemos!!!”.

El segundo caso ya ha sido en planta. Una mujer de 64 años, con bastante sobrepeso (por lo que me cuenta la hija ganado a pulso por lo mucho y mal que comía), a la que habían operado de una cadera que se la había roto y que además sufre de osteoporosis y de dolores insoportables en las rodillas. En este caso la hija, me comenta que el médico hace tiempo que la dijo a su madre que debía de bajar de peso y cuidar lo que comía, pues el enorme sobrepeso que tenía era fatal para sus rodillas y aumentaban las posibilidades de que pudiese padecer entre otras muchas enfermedades y problemas, una rotura de cadera, pero que a su madre “por un oído la entraba y por otro la salía”, y que era ella la que a partir de ahora tendría que pagar las consecuencias indirectamente, teniendo que pasarse un mes en el hospital al salir de trabajar, más otro en rehabilitación, más los que se quede en su casa después hasta que se pueda valer por sí misma.

Personalmente, tanto en estos dos casos como en otros parecidos, lo que veo es el egoísmo de las personas. Como piensan sólo en ellas sin importarles las consecuencias de sus actos, los cuales acaban pagando también sus “seres queridos”. Y es que, al igual que el desconocer una infracción no exime que si te pillan te sancionen por ello, el desconocer las consecuencias de tus actos no debería impedir que pagases sólo tú por ellos y no también los demás…más aún, que los hagas aún sabiendo que te harán mal y otros tendrán que pagar por el egoísmo de tus actos.

 primero_yo

Deja un comentario